miércoles, 20 de diciembre de 2017

EL DOCUMENTO INDUBITADO


EL DOCUMENTO INDUBITADO





Hace un par de días, una letrada me consultó a propósito de un informe pericial de un colega para que le diera mi opinión. Este perito había utilizado el albarán de una empresa de Barcelona como documento INDUBITADO para poder imputar la autoría de una firma. Grave error, le dije: un documento INDUBITADO ha de ser literalmente incuestionable, como por ejemplo lo puede ser cualquier documento oficial, y por excelencia el D.N.I., el pasaporte o el carnet de conducir. También un cuerpo de escritura realizado en sede judicial, el reconocimiento explícito de un documento determinado, etc., pero no el albarán de una empresa privada sin ningún tipo de reconocimiento de autoría.
Con respecto al autor del remite de la carta, donde podemos leer: Oriol Junqueras, Módulo 7 C P Madrid VII 28595 Estremera (Madrid), diríamos lo mismo: si él lo reconoce, ya es INDUBITADO, pero no basta que figure su nombre. Claro que coloquialmente, informalmente, en una charla de café, pueden comentarse las impresiones sobre la letra de la fotografía. Pero nunca en sede judicial. Y no estoy poniendo en duda la autoría del remitente, en absoluto, sólo quiero significar que un perito calígrafo NUNCA puede dar por INDUBITADO cualquier documento. El perito es, por encima de todo, un servidor de la justicia.





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martes, 12 de diciembre de 2017

sábado, 4 de noviembre de 2017

LA FIRMA DE ALBERT EINSTEIN



LA FIRMA DE ALBERT EINSTEIN
              Algunas consideraciones grafopsicológicas


                               
La frase “Tiene firma de ministro” es una expresión muy extendida entre el común de las personas ajenas al conocimiento de la psicología de la escritura. La consideración era que una firma “semejante a la de un ministro” gozaba de los mejores atributos gráficos, y por extensión de personalidad. Desde el punto de vista de los parámetros gráficos, estos “mejores atributos” se refieren a la ampulosidad de los rasgos, la extensión tanto en horizontal como en vertical, el adorno con elementos gráficos innecesarios, un mayor tamaño que la letra manuscrita, llena de desproporciones… En definitiva, exactamente lo contrario de lo que postula toda la literatura de la psicología de la escritura con respecto a la firma y el texto. Al observar tanto la firma manuscrita como la escritura correspondiente en la fotografía que adjunto, constatamos justamente no ya lo contrario, sino, más certeramente, que Albert Einstein firma igual que escribe, es decir, que su firma es una prolongación podríamos decir que milimétrica de su propia escritura. Si midiéramos al milímetro cada una de las letras que componen su firma, constataríamos su concordancia. Y, no solo en este caso, sino en todas (y han sido muchas) las ocasiones en que he tenido la oportunidad de comprobarlo.
La persona, en sentido vertical, se divide en tres partes: cabeza, tronco y extremidades. Y tanto la psicología de la Gestalt como la concepción del Eneagrama nos enseñan que convivimos con tres yoes: el “yo” mental, el “yo” emocional y el “yo” físico. Claudio Naranjo, en la conferencia de presentación del libro 27 personajes en busca del ser, explica que siempre le interesaron mucho los tres tipos de Sheldon: ectomorfo, mesomorfo y endomorfo. Pensamiento, sentimiento y movimiento, tres órdenes de valores ya desde la vida embrionaria. Pero, al encontrar dificultades matemáticas, Claudio Naranjo siguió estudiando y buscando: Eysenck, Cattell, Jung, el test de Rorschach y otros. Finalmente, de la mano de Oscar Ichazo se da cuenta de que en el Eneagrama están las tres estructuras y también está Sheldon con las tres regiones: acción (la parte de arriba), pensamiento (a la izquierda) y emoción (a la derecha). La psicología de la escritura (la grafología) también postuló estas tres partes: si imaginamos la palabra familia escrita en letra minúscula, la zona gráfica correspondiente a las vocales y la letra “m” corresponde al yo emocional, mientras que la parte que está por encima de la zona central corresponde al yo mental, y la zona inferior corresponde al yo físico. Es verdad que en otros alfabetos, como el árabe o el chino, no podemos basarnos en esta división visual aplicable al castellano y extensible a todos los idiomas occidentales. En estos casos, y dada esta dificultad, lo prudente es basarse exclusivamente en parámetros gráficos más universales, como la velocidad escritural, el tamaño de la letra, la presión gráfica, los gestos tipo (particularidades gráficas de cada persona), la separación entre líneas, los márgenes, la distribución escritural en la hoja de papel, y un largo etc. Esto sucede porque la escritura no es una realidad biológica como el cuerpo (cabeza, tronco y extremidades: tres yoes) sino que es un objeto cultural resultado de la creación colectiva de la humanidad. Así pues, como objeto cultural, la escritura tiene múltiples formas de plasmarse gráficamente, y nos muestra la conciencia personal, es decir, nos permite determinar a qué estructura caracterial corresponde la persona autora de una escritura manuscrita. Los estudios para interrelacionar el Eneagrama con la escritura manuscrita son aún escasos y poco sistematizados, pero la grafología ha distinguido tradicionalmente entre texto (yo social) y firma (yo íntimo), entre el yo “exterior” y el yo “interior” de Wilber y Thompson.
Cuantas más diferencias gráficas haya entre la firma y el texto, más impostura, más máscara, menos verdad. La persona muestra una actitud social radicalmente distinta de la que tiene en su hogar, en su cueva, allí donde nadie le ve. Así pues, cuanta más diferencia gráfica haya entre la escritura manuscrita y la firma, más actor, en el peor sentido de la palabra, es su autor. Más incoherente, más turbio. La psicología de la escritura también asume los postulados y avances de la comunicación no verbal. Pongo un ejemplo muy sencillo: si vemos a una persona andando por la calle con el cuerpo ligeramente inclinado y la cabeza caída (y lo hace así por norma) no podemos extrapolar que está expresando una gran alegría. Del mismo modo, cuando se trata de un texto manuscrito, vemos que la mayoría de las líneas escritas, en lugar de mantener una posición horizontal, exhiben una caída significativa, sabemos que esa persona alberga más tristeza que alegría. La cosa es más compleja, desde luego, pero esto solo en un ejemplo simple sin ánimo de mayor profundidad. Yendo al caso concreto de Albert Einstein, vemos una extrema semejanza gráfica entre su firma y su letra manuscrita, hasta el punto de que son indistinguibles; tanto es así que ni tan siquiera tiene rúbrica como es habitual en la inmensa mayoría de las firmas. Esta (la rúbrica ) es una costumbre cultural que muchas veces tiene el efecto de hacer ilegible el nombre del autor de la firma, y que también, en contra de lo que suele creerse, facilita la falsificación documental, puesto que cada una de las letras que componen una palabra, en este caso el nombre y los dos apellidos, es un dibujo, un dibujo que se interrelaciona (a través de enlaces, o no, particulares de cada persona) con las otras letras, que también son un dibujo, creando una dinámica gráfica personal, lo cual sí es verdaderamente difícil de falsificar, mucho más que el dibujo de una rúbrica. Así pues, esta extrema sobriedad gráfica indica una personalidad y un psiquismo enamorado de la verdad, que aborrece el barroquismo y el adorno como forma de comportamiento. Las personas que conocieron a Einstein en su vida social (yo social, yo exterior, yo manifestado) no sabrían distinguirlo del Einstein íntimo (yo íntimo, yo interior). De esta persona cabe esperar la máxima autenticidad, un enamoramiento de la verdad, una irreprochable honestidad intelectual. También cabe esperar el cumplimiento de la palabra dada, cabe esperar la responsabilidad debida, y no cabe esperar ningún apego a la solemnidad, justo la necesaria para no desentonar en las convenciones de la distinción social. Pero él no siente ningún apego a estas convenciones, no representan para él el más mínimo estímulo intelectual. Tiene una claridad excepcional a la hora de separar lo accesorio de lo que es realmente importante. Esa conjunción tan excepcional entre el tamaño de su letra y el de su firma, hasta el punto (insisto) de que firma tal como escribe, nos habla también de una inteligencia y una personalidad igualmente excepcionales.

Josep Maria Infantes




Posgrado en Grafoanálisis del Dibujo y de la Escritura por la Universitat Ramon Llull de Barcelona. Diplomado en Psicología de la Escritura por la Cátedra de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid. Perito Calígrafo Judicial por la Escola de Doctorat i Formació Continuada de la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro de la Asociación Profesional de Peritos Calígrafos de Catalunya.  Miembro fundador de la Societat Catalana de Grafologia. Miembro de la asociación Grafopsicológica de Madrid y de la Sociedad Española de Grafología. Terapeuta Gestalt. Consultor sistémico, titulado ( tres años) en la Formación Internacional en Constelaciones Familiares y Sistémicas por el Institut Gestalt de Barcelona.








miércoles, 26 de julio de 2017

Consultor Sistémico


Algunos de vosotros ya me conocéis bien a través de las redes sociales, bien como clientes, tanto en el campo de la pericia caligráfica como en el de la psicología de la escritura y la terapia Gestalt. Ahora quiero daros a conocer también mi faceta de consultor sistémico, donde se entiende que la etiología de los conflictos, personales u organizacionales, en muchos casos no reside en el carácter individual, sino que proviene de nuestro sistema familiar o incluso más allá. Esta es la esencia de las constelaciones familiares.

Para consultas individualizadas, podéis llamar al tel. 627 59 77 14 o enviarme un e-mail a josepmariainfantestorrent@gmail.com

Josep Mª Infantes Torrent, grafoanalista, terapeuta Gestalt y consultor sistémico.




lunes, 22 de mayo de 2017

UN EJEMPLO DE POLARIDAD GRÁFICA EXTREMA



UN EJEMPLO DE POLARIDAD GRÁFICA EXTREMA





En la psicología de la escritura hay unas cuantas letras que, por su estructura gráfica, reflejan mejor ciertos rasgos caracteriológicos que otras. Es el caso de la letra "t", que está compuesta por un trazo vertical que va de arriba abajo o, como en el ejemplo, un mismo trazo que sube y vuelve a bajar. Nunca al revés, del mismo modo que nadie da un puñetazo sobre la mesa de abajo arriba. En este movimiento (de arriba abajo) se puede observar la fuerza (o debilidad) afirmativa de la persona, una fuerza que le ayudará a afirmar su personalidad ante las dificultades propias de la vida y, en definitiva, frente al exterior. El otro rasgo constituyente de dicha letra es el trazo horizontal. Este puede ser muy variable, y cada variante ofrece una información determinada. Pero una cosa sí es constante: siempre va de izquierda a derecha. El sentido grafopsicológico esencial de este rasgo tiene que ver con la voluntad de la persona para afrontar las dificultades en su camino hacia los objetivos que desea alcanzar. En otras palabras, su fuerza para afirmar sus propósitos, así como su propia persona. En definitiva, su capacidad para proyectarse.

Por supuesto, cualquier estudio grafopsicológico debe sustentarse en un análisis total de la escritura, no sólo de letras concretas. Hecha esta advertencia, veamos lo que nos dicen los dos ejemplos de abajo. Se trata de dos casos de polaridad extrema. A la izquierda tenemos una letra "t" con una barra horizontal situada casi fuera del eje vertical hacia la derecha. Suponiendo una significación estadística del 100 % podemos decir que la persona autora de la "t" de la izquierda tiene una actitud de introversión ante la vida. No se siente con la fuerza suficiente para tomar decisiones. Se acobarda a la hora de enfrentarse a las dificultades. Nunca podrá liderar un grupo, puesto que no sabe cómo liderarse a sí misma. Tiene miedo y se siente insegura de su propia fuerza.

La psicología dela escritura permite elaborar una descripción del carácter de la persona y sus dificultades para desenvolverse en la vida. Ambas polaridades están presentes en todos nosotros. Lo que ocurre es que somos ciegos a una de ellas. La que se expresa en la escritura es la que expresamos en nuestra vida diaria. El ejemplo de la izquierda denota una debilidad extrema, una polaridad absolutamente ciega a la otra, que es la fuerza. El proceso psicoterapéutico debería hacer que la persona tomara conciencia del otro polo.

El de la derecha, en cambio, es todo lo contrario. Esta persona tiene una fuerza arrolladora, y no duda en utilizar los recursos que sean necesarios para alcanzar sus objetivos. Da la impresión de ser incansable. Se recupera fácilmente de los contratiempos, que incluso constituyen un aliciente para seguir adelante. Tiene mucha seguridad en sí misma. Le gustan los retos y los desafíos. Su autoconciencia la convierte en una persona muy capacitada para liderar grupos. La polaridad a la que es ciega es en este caso la que tiene que ver con la ausencia de competitividad, la emoción y la ternura. Este ejemplo se corresponde claramente con el Nº 8 del Eneagrama, que equivale al PC (Padre Crítico-El que manda) del Análisis Transaccional, así como a los temperamentos ( por el este orden)   Bilioso-Sanguíneo-Linfático.

jueves, 18 de mayo de 2017

NACIMIENTO, DESARROLLO Y MADUREZ DE LA ESCRITURA MANUSCRITA




NACIMIENTO, DESARROLLO Y MADUREZ DE LA ESCRITURA MANUSCRITA


Hasta muy recientemente, toda la literatura en torno al conocimiento de la grafología, de la psicología de la escritura, había teorizado respecto de cuáles eran las razones por las que todos los niños aprendían antes a hablar que a escribir, presuponiendo que la razón era que el aprendizaje de la escritura es mucho más dificultoso que el aprendizaje del habla. Pues bien, Jean-Pierre Changeux, neurobiólogo del Institut Pasteur, nos dice lo siguiente: “Nuestro modelo de conciencia es compatible con el de Noam Chomsky, quien considera que el lenguaje es una capacidad en parte heredada. Digamos que tenemos una capacidad innata para hablar; una especie de estructuras, de categorías gramaticales”. Así pues, se confirma la antigua creencia de que es más difícil aprender a escribir que a hablar, puesto que ahora sabemos que al nacer, nuestro cerebro ya tiene una estructura, una red neural, responsable del habla, pero no de la escritura. En otras palabras, si también heredáramos las redes neurales responsables de la escritura, el aprendizaje sería tan fácil como el del habla.
 EL PRIMER GARABATO
Los primeros garabatos que hacen los niños tienen un sentido de exploración, y no dejan de ser la expresión gráfica de una inteligencia en desarrollo. Para ellos, garabatear en un papel es poder equivocarse, experimentar, probar y jugar. Son garabatos discordantes, puesto que no tienen aún la intención de representar una cosa definida, y su psicomotricidad inmadura tampoco les permite hacer mucho más. Será poco a poco, a través de su experimentación con los distintos lápices de colores y rotuladores de todo tipo, y su proyección en distintos soportes, junto con su paulatino crecimiento y enriquecimiento cognitivo, como el niño irá adquiriendo más conciencia no sólo de lo que hace con los útiles de que dispone, sino de todas las posibilidades de creación que estén a su alcance. Y será así como, gradualmente, el niño hará evolucionar su garabato inicial inconexo, sin sentido, irregular, incomprensible, desproporcionado, hacia otro donde ya se observa un cambio cualitativo en la calidad gráfica de la que ahora sí es capaz. Y suele ser entre los cuatro y los siete años cuando los garabatos alcanzan una mejor calidad gráfica, pudiéndose ya discernir las imágenes que el niño quiere representar. Se empiezan a percibir los distintos matices que se van incluyendo en el trazo.
Distintos psicólogos de la primera mitad del siglo XX manifestaron su interés por los dibujos de los niños, desde una perspectiva semiótica, para demostrar que se trata de un lenguaje proposicional más. Así pensaba Vigotsky, autor del libro La imaginación y el arte en la infancia (1930), quien decía que, tras el periodo de los palotes, garabatos y expresión amorfa de elementos aislados, la etapa en que el niño empieza a dibujar en el pleno sentido de la palabra prefigura la escritura futura.
Los niños aprenden primero a trazar las letras, un aprendizaje imprescindible para más tarde poder construir palabras. Y con ese bagaje, el niño escribirá por primera vez su propio nombre y sus dos apellidos. Será para él un momento transcendental, no tanto por ver su propio nombre escrito, puesto que puede haberlo visto antes escrito por otras manos, como por haber sido capaz de escribirlo él mismo por primera vez. Un hito que hasta entonces le resultaba impensable. Podemos afirmar que la configuración gráfica de nuestro nombre y apellidos es el primer dibujo con un sentido bien preciso que realiza el niño. Cuando lo escribimos por primera vez (Marta, Pablo, María, José, Mónica, Luis, etc.) es todo un acontecimiento para nosotros, porque vemos reflejado en un conjunto de letras una información muy concreta que nos remite a nosotros mismos. Y una vez que el niño ya ha sido capaz de construir su nombre letra a letra, empieza la otra tarea, que es la de la personalización, la individuación gráfica: conseguir hacer nuestra firma, una firma que será personal y única. Y aunque la realización de la firma acabará siendo automática (de hecho, en casos de patologías graves la firma es la última expresión gráfica que se deteriora, precisamente por su automatización) su calidad gráfica no suele ser distante de la del resto de la escritura. Es decir, No hay una firma genial y una letra de analfabeto, ni viceversa, puesto que son producto de un mismo cerebro.
Así pues, el niño irá perfeccionando su escritura al mismo tiempo que siga creciendo y su cerebro enriqueciéndose tanto por su interacción con su entorno, como por su actitud positiva en seguir formándose. Por lo tanto, en el proceso de aprendizaje hay distintas fases: formación de garabatos inconexos, perfeccionamiento de los mismos, capacidad para construir las primeras letras, capacidad de darles un sentido, construcción del propio nombre y apellidos, personalización creciente de la escritura y de la firma. Así pues, tanto la escritura como la firma van sufriendo una continua transformación paralela a la que el niño va experimentando en su propia persona. Nunca hay una evolución positiva en la escritura si no la hay también en la propia persona. El que haya una especialidad en grafología infantil (igual que la hay en psicología) indica hasta qué punto esta etapa es crucial.
Tanto la firma como la escritura anterior a la adolescencia han hecho todo un recorrido y han sufrido una evolución que ha dado como resultado una estructura gráfica claramente atribuible a la persona autora. El niño la ha ido personificando, no necesariamente de manera consciente, sino porque su personalidad en ciernes se está proyectando de forma cada más patente. En la escuela ha aprendido a dibujar unas letras matrices, y para romper este patrón, para personificar lo aprendido, se requiere una personalidad que quiera hacerlo. Hay casos excepcionales como el de John Adams, un niño de 9 años que logró pasar el examen de acceso a la universidad inglesa, y cuya escritura es la de un superdotado, pues tiene una calidad grafopsicológica inusual en un niño de su edad. Tanto es así que podría equipararse a la de cualquier adulto con un nivel de cultura medio.
Con la adolescencia entramos en otra etapa de la evolución de la escritura manuscrita. Aquí ya hay un bagaje fruto de los años precedentes. Un bagaje que consiste y se traduce en haber aprendido a escribir todas las letras del abecedario. Y saber escribir todas las letras del abecedario significa saber hacer el dibujo de cada una de ellas. Porque cada letra es un dibujo. Significa también que el adolescente no sólo sabe dibujar cada letra de su abecedario, sino que también sabe combinarlas para componer las palabras que den significado a lo quiere expresar. Significa también que ha personalizado considerablemente su firma. Éste es el bagaje con el que el adolescente se enfrenta a su nueva etapa. Y le será de extraordinaria utilidad, porque tendrá que confrontarse con un continuo de situaciones difíciles, persistentes en el tiempo y muy determinadas por los cambios hormonales. Necesitará comunicarse continuamente, so pena de que se agraven sus conflictos. Y su comunicación con el mundo será a través de canales más o menos privilegiados. Uno de ellos será la comunicación verbal, tal vez el preferido por la facilidad y velocidad en la interacción con los demás. Pero estamos hablando de la comunicación escrita. Al principio de este artículo ya he explicado por qué es tan difícil de aprender. En el instituto, el adolescente se verá obligado a presentar continuamente trabajos escritos. En definitiva, la escritura es la prueba del algodón de la verdadera formación, no únicamente la reglada, la académica, sino también (por supuesto) la autodidacta. Aquí también hay casos excepcionales, como el del poeta francés Arthur Rimbaud, que anticipó el surrealismo, cuya escritura manuscrita a sus quince años tiene ya una calidad gráfica que la mayoría de adultos nunca alcanzará.
Todo el mundo sabe hablar, pero no todo el mundo sabe escribir. Es más, podemos encontrar personas con una elevada inteligencia verbal, y nula aptitud para expresarse por escrito. En la escritura manuscrita, y subrayo lo de “manuscrita”, es donde encontramos más verdad, puesto que un texto impreso no nos da la total certeza de que sea del autor que lo firma. El manuscrito sí nos la da, y más si se ha realizado de manera presencial. Por eso los exámenes presenciales y manuscritos son del todo fiables. Ése es uno de los valores de la escritura manuscrita. En definitiva, el adolescente superará esa etapa de su vida comunicándose verbalmente, por escrito, no verbalmente, o incluso no comunicándose en absoluto (que también es otra forma de comunicar, puesto que en realidad no podemos dejar de hacerlo).
 Dicho sea de paso, antes se consideraba que alrededor de los veinte y pocos años la persona ya había superado su adolescencia, pero en estos nuevos tiempos ya no es así, y ahora uno puede ser adolescente hasta la treintena. Por supuesto, no hablo de los casos patológicos, donde la personalidad adolescente se prolonga hasta edades a las que la mayoría ya ha establecido un nuevo sistema familiar, o se ha emancipado de los padres.
Y llegamos a la edad adulta. Aquí la persona ha alcanzado la máxima madurez de su escritura manuscrita y su firma, la estructura de mayor calidad gráfica que su cerebro ha sido capaz de dar. Esta será la escritura que se mantendrá a lo largo de su vida, a no ser que sufra toda una serie de vaivenes capaces de transformarla. Pero deben ser circunstancias de suma gravedad, y persistentes en el tiempo, como por ejemplo (y en negativo) una patología grave. Si ha habido un gran sufrimiento que nos ha afectado profundamente, eso se proyectará en nuestra escritura manuscrita, que no deja de ser una radiografía de nuestro psiquismo, de nuestra personalidad. También (y en positivo) la persona puede haber decidido un cambio fundamental en su vida como, pongamos por caso, alguien que tiene los estudios básicos y a los treinta, cuarenta o cincuenta años decide acceder a una formación universitaria con todo su empeño. Recuerdo que, cuando me estaba formando en psicología de la escritura, en grafología, estudiamos el caso de un famoso personaje (en realidad fabricado por el franquismo): Eleuterio Sánchez “El Lute”. Cuando fue detenido y encarcelado, su escritura manuscrita era muy deficiente y propia de un iletrado. Pero durante su prisión, apoyado por personas como Tierno Galván y otras vinculadas al proceso de la transición democrática española, “El Lute” consiguió licenciarse en derecho, y su escritura manuscrita cambió radicalmente en consecuencia, hasta tal punto que no tenía nada que envidiar a la de cualquier otro universitario. Su letra cambió porque su cerebro también cambió, y lo hizo porque se alimentó de múltiples lecturas, estudios, textos y exámenes que fue superando, y por supuesto, también del afecto, la estima y la comprensión que fue encontrando en su largo encarcelamiento. Su escritura cambió porque quien gobierna nuestra mano es nuestro cerebro, y en su caso había pasado a ser otro. Nuestra escritura manuscrita siempre puede cambiar si nosotros también lo hacemos.
 Así pues, en la edad adulta es cuando tenemos una escritura y una firma que se mantendrán estables (salvo cambios vitales de gran relevancia) a lo largo de los años. Tanto es así que, por ejemplo, en ocasiones ha sido la única prueba pericial válida para imputar a ex nazis que se habían escondido en distintos países. Es el caso de Brasil, donde se refugió el famoso médico nazi Josef Mengele, más conocido como el “ángel de la muerte”, quien se había sometido a una total transformación de su persona para no ser reconocido: se había transformado en un ciudadano ejemplar, se había hecho la cirugía estética, etc. Pero su escritura y su firma eran las mismas. Aunque el nombre escrito fuera otro, los trazos gráficos, todos los parámetros de la escritura, eran los mismos. Y puesto que sus buscadores tenían los carnets y documentos originales firmados por él, se hicieron peritaciones caligráficas para confrontar si las letras o las firmas eran las mismas, aun después de ¡cuarenta años! Las pruebas periciales aportadas por peritos brasileños, estadounidenses y alemanes no dejaban lugar a dudas: se trataba de la misma persona. Este es sólo uno de tantos casos concretos y que han llegado a los juzgados. Esa es una de las múltiples posibilidades que aporta el análisis de la escritura manuscrita y de la firma. En el caso de esta última, su carga simbólica es extraordinaria, tanto que toda la tecnificación actual sigue sin poder sustituirla. Nuestra firma, aquella que aprendimos a hacer con muy pocos años y que ahora es adulta, sigue siendo imprescindible para los trámites más fundamentales, como comprar un piso o un coche, casarse, divorciarse, establecer un contrato laboral, todo tipo de trámites. Así que aquellos agoreros que decían que la tecnología lo sustituiría todo, con la firma manuscrita se han equivocado (de momento).
Hasta hace algunas décadas, la escritura ha guardado toda la memoria del mundo. Su carga simbólica es extraordinaria. No es una temeridad decir que la escritura manuscrita tiene vida, cosa que no tiene la escritura procedente de un teclado de ordenador. Y aquí vida significa que la primera escritura con sentido que realizamos (nuestro propio nombre) sufrirá toda una serie de transformaciones en paralelo con las transformaciones personales que experimentemos a lo largo de nuestra vida. Tanto es así que hay una ley de la pericia caligráfica judicial que dice: “Si hay dos firmas iguales, una de las dos es falsa”. Ni uno mismo sería capaz de hacer dos firmas exactamente iguales. A esto me refiero cuando digo que la escritura tiene vida. Porque escribimos con la mano, pero la mano la gobierna nuestro sistema nervioso. Y es la riqueza (o pobreza) de nuestra red neural (y no la mano) la que determina la calidad de nuestra escritura.

Josep Maria Infantes Torrent


MATHIAS KLUGE (HG.) Handschriften des Mittelalters - Universitätsbibliothek Augsburg - Cod. III.l.8.




viernes, 10 de marzo de 2017

LA ESCRITURA DE LOS SUPERDOTADOS






  LA SUPERDOTACIÓN EN LA ESCRITURA MANUSCRITA


Puesto que no es la mano la que escribe, sino que está a las órdenes del sistema nervioso y de la riqueza (o no) de la red neural del escribiente, en los superdotados, y en este caso concreto un niño de 9 años, su superdotación debe poder constatarse en la escritura que realiza en la pizarra. Y lo que podemos observar es que tanto las letras como los números que escribe los realiza con gran claridad gráfica. Asímismo, observamos que toda la escritura (números y letras) la realiza manteniendo un sentido de la proporción, no tan solo entre los caracteres mismos, sino también en el espacio. No se observan torsiones ni en las letras ni en los número. Por el contrario, realiza todo su grafismo con una seguridad y una firmeza inusual en un niño de 9 años. Cabe añadir, además, que está escribiendo en una pizarra tipo Velleda deslizante y con un rotulador, lo que realza especialmente los errores: torsiones, roturas gráficas, etc. Sin embargo, nada de esto se observa en la ecuación escrita en la pizarra. Ningún niño de nueve años escribe esta ecuación con ese nivel de calidad gráfica, a no ser que su red neural corresponda a la de un niño superdotado. Obsérvese que no hago ninguna reflexión en relación a la complejidad de la ecuación, porque la psicología de la escritura no entra en el aspecto semántico de lo escrito, no porque no sea relevante, sino porque nos podría confundir, puesto que el contenido puede ser dictado o copiado, mientras que la forma de la escritura, así como su ordenación espacial, están condicionadas por tantos aspectos inconscientes que no pueden ser manipulados hacia arriba, es decir, en un sentido de superioridad psicológica. Porque toda escritura puede manipularse, sí, pero con un resultado grafopsicológico inferior al del escribiente. 














martes, 7 de marzo de 2017

Estudio de la personalidad de Hans Gamper (Joan Gamper) fundador del F.C. Barcelona, a partir de su escritura manuscrita

Postal mostrando las Ramblas de las Flores, Barcelona, Hans Gamper escribe a la familia.
Schiesser-Hässig de Aarau, 1901  (Cedida por Ruth Gamper Silver).




      Estudio de la personalidad de Hans Gamper    (Joan Gamper) fundador del F.C. Barcelona, a partir de su escritura manuscrita

   Antes que nada, hay que decir que la escritura analizada corresponde a la etapa de juventud de Joan Gamper, cuando estaba en su periodo de auge psicofísico, sin cuya vitalidad no hubiera podido emprender las iniciativas deportivas y sociales posteriores.
    Lo que primero llama la atención de su escritura es la consistencia de la estructura de su grafismo. Sus letras son legibles y sus palabras tienen (en general) una armonía de forma. También llama la atención el dinamismo de su trazo que (como puede observarse en la muestra) avanza sin inhibición ni discontinuidades sobre el espacio gráfico. Puede observarse también que enlaza las letras (escritura ligada), así como la inclinación del trazo, ambos indicativos de una fuerza expresiva y una vitalidad que proyecta hacia los demás.
    Su presencia desprendía gran seguridad en sí mismo. Fue, por tanto, una persona que contagiaba positivamente a su entorno, con una elevada capacidad de acción, así como una gran voluntad para mantenerla de forma sostenida. Sus movimientos eran muy dinámicos, ágiles y seguros. De vez en cuando, por su propia vehemencia, era demasiado decidido, lo que se aprecia en algunos de sus finales de palabra. No mostraba signos de amaneramiento, en el sentido de que nunca se apartaba de la naturalidad ni presentaba una exagerada afección o teatralidad en el modo de actuar o de relacionarse con los demás. Era infrecuente verle abatido y sin dinamismo. Su temperamento le confería dotes de liderazgo, y así se lo reconocían los demás.
    Fue un hombre que debió despertar un gran interés en el sexo femenino, ya que, además de la vitalidad que desprende su letra, su personalidad fuerte y varonil era un atractivo añadido. Aunque le gustaban las relaciones públicas, era una persona muy independiente y no se dejaba mediatizar por las opiniones ajenas. No fue una persona fácilmente influenciable y sí muy obstinado, por lo que, cuando tenía una idea, procuraba los medios para llevarla a término. En algunos de sus finales de palabra pueden observarse importantes prolongaciones (lo que los grafólogos llamamos rizos del subjetivismo) que, desde el punto de vista de la psicología de la escritura, indican una defensa vehemente de sus propias ideas junto con una reafirmación de las mismas. Pero, por su naturaleza pasional, podía correr el riesgo de perder su objetividad. Dada su fuerte conciencia del propio poder para afrontar las posibles dificultades, así como cierta inatención a los obstáculos reales, corría el riesgo de perder la visión de conjunto. Los demás le percibían como una persona con gran seguridad en sí mismo, caracterizada por la ausencia de ansiedad a la hora de afrontar las dificultades. Su estilo era  más combativo que flexible o contemporizador.
    Su grafismo, con ritmo escritural y buena estructura, indica un ímpetu natural, así como una sensación íntima de fuerza que le confiere optimismo y confianza en la propia capacidad de superación, junto con una muy buena predisposición hacia los procesos de aprendizaje. Cuando tenía que manifestar sus opiniones, lo hacía con seguridad y sin miedo al rechazo que pudiera causar. Su grafismo también indica que era una persona que selecionaba mucho sus amistades, en particular las que podían tener un ascendiente sobre él. Tenía una elevada capacidad de comprensión, y le gustaba discriminar y elegir.
    Se trata, pues, de una persona acostumbrada a hacer frente a las dificultades que se interponen en la consecución de sus objetivos. La regularidad gráfica, la ausencia de líneas, palabras o letras descendentes, la horizontalidad casi milimétrica de las líneas, indican su capacidad para mantener el esfuerzo hacia el objetivo, aunque éste se hiciera esperar. Los parámetros anteriormente citados equilibran sus finales lanzados. Dichos parámetros (y otros) son los que, a pesar de su fuerte carácter, le posibilitan la socialización, si bien no desde la sumisión al entorno; porque no se somete a la voluntad de los otros, sino que su tendencia es a tomar la iniciativa: él propone y defiende su opción, quiere convencer a los que le rodean. Se socializa, sí, pero no a costa de silenciar sus juicios, ni del sometimiento.

                                                                     Josep Ma. Infantes i Torrent

                                                             Perito Calígrafo Judicial - Grafoanalista









viernes, 3 de marzo de 2017

LA FIRMA DE  FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHE






                                          GRAFOPSICOLOGÍA DE LA FIRMA DE NIETZSCHE

El aspecto más destacable de la firma de Nietzsche es la sencillez de su grafismo. Este aspecto es interesante porque la mayoría identifica la complicación gráfica con la inteligencia, mientras que los expertos constatamos todo lo contrario. Cada una de las letras que configuran su firma (a excepción de la N mayúscula) está trazada con el mínimo grafismo posible, lo que indica una inteligencia enfocada en los aspectos esenciales del pensamiento y que aborrece los ornamentos innecesarios.

Otro aspecto destacable es la N mayúscula, cuyo trazo se prolonga hacia la derecha por arriba, invadiendo la zona correspondiente al Superyó. Este rasgo de su firma, junto con su letra t minúscula, cuya barra también se sitúa en la zona del Superyó, nos indica una personalidad extraordinariamente atrevida y decidida a romper con las normas y los poderes establecidos (que es justo lo que representa el Superyó).

Así pues, la firma de Nietzsche es la firma de una persona con una extraordinaria inteligencia que además está decidida a poner en cuestión las convenciones sociales, cueste lo que cueste.

Desde el punto de vista del Eneagrama, Nietzsche pertenece al eneatipo V : Avaria y desapego patológico, desde el punto de vista del Análisis Transaccional Nietzsche sería un NAR (Niño Adaptado Rebelde) y desde 
la teoría de los 4 temperamentos básicos, le corresponden (por este orden) el NERVIOSO/LINFÁTICO/BILIOSO.